En 2050, la población alcanzará las 10.000 millones de personas y la demanda de alimentos aumentará un 70%, según proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En este contexto, los expertos indican que evitar la desertificación, conservar los recursos y la biodiversidad del suelo es fundamental y urgen soluciones y alternativas sustentables.
La microbiología es clave para limitar la degradación del suelo, mejorando la retención de agua y nutrientes. Los microorganismos son los responsables de la formación de humus, a partir de la materia orgánica crean un medio favorable para el desarrollo de las raíces, así como de una microflora benéfica que defiende a los cultivos de plagas y enfermedades.
El monocultivo reduce la diversidad microbiológica del suelo y favorece la aparición de patógenos y enfermedades que pueden infectar a las plantas y al rendimiento de los cultivos
Esto interfiere con el proceso de formación de humus e impacta negativamente en la calidad y riqueza de los suelos
En la agricultura, las aplicaciones con microorganismos pueden cumplir diversas funciones: controlar patógenos, estimular el crecimiento o fertilizar los cultivos
A través de la microbiología se desarrollan productos que pueden ser liberados en los suelos por medio de la fertilización o la inoculación previa de la semilla
En la producción de cultivos es clave mantener una buena salud del suelo no solo por la importancia del cuidado ambiental, sino también por los rindes
Se estima que un 80% de la soja que se cultiva en Argentina se inocula. Esta es una forma de nutrir y permitir un mejor rendimiento y un crecimiento más eficiente. "La soja se inocula para que estos cultivos fijen el nitrógeno atmosférico y no el del suelo. Por lo tanto, esto contribuye a evitar su degradación", expresó Matías Gorski, biólogo y jefe de Producto de Inoculantes de Rizobacter. Si este tipo de cultivos no se inocularan, los suelos de Argentina se hubieran desfertilizado hace años.
Ricardo Yapur, CEO de Rizobacter, indicó: "A medida que el tiempo va pasando las malezas se hacen resistentes a los agroquímicos, pero con los productos biológicos es distinto porque no oponen resistencias, ya que son hongos o microorganismos".
Son desarrollados a través de microorganismos de virus o bacterias que se aplican en la hoja de la planta. Desde ahí las larvas de los insectos lo ingieren y se mueren.
Los baculovirus inoculan a la planta aplicándolos en las semillas o a través del riego. Solo infectan a insectos, principalmente lepidópteros
Se encuentran en la planta en forma de cristales y son ingeridos como alimento por la larva
Las partículas infectivas de las esporas son liberadas a través de las células que comienzan su multiplicación en el intestino de la larva. Así, se infectan los diversos tejidos del insecto y se forman nuevas partículas virales
El insecto infectado cambia su coloración. Este método es ideal para el control de plagas: es inocuo para el hombre y el ambiente y no deja residuos tóxicos
En la Argentina están habilitados algunos de estos productos bioinsecticidas basados en la formulación líquida de una cepa de trichoderma harzianum y dos fertilizantes en sólido cuya cepa es llamada bacillus amyloliquefaciens y trichotrap.
En general, los bioinsumos para el agro son fabricados sobre la base de micro y macroorganismos como hongos, bacterias, extractos de plantas y sustancias orgánicas. “Pueden ser formulados para el crecimiento vegetal. Otros como los hongos, bacterias y virus tienen la función insecticida o biofertilizante. También pueden cumplir la función de control de plagas, insectos, enfermedades fitopatógenas de las plantas y control de malezas que le consumen los nutrientes al cultivo", aseguró el director del Imyza, Roberto Lecuona.
Se hacen a partir de una o más cepas de microorganismos benéficos que pueden ser aplicados al suelo, semillas o plantas. Promueven el crecimiento vegetal y favorecen el aprovechamiento de nutrientes en asociación con la planta o su rizosfera. Incluye a los inoculantes elaborados con rizobios, micorrizas y rizobacterias. En los últimos años se han venido desarrollando nuevas cepas que ayudan a mitigar el estrés hídrico, solubilizar fósforo y no generan gases de efecto invernadero (GEIs)
En tanto, Jorge Diz, gerente técnico de Agrocube, indicó que la clave de estos productos es que los organismos que los componen suelen estar vivos. "Este es un desafío que tiene la biotecnología; hay que darles un medio de conservación para que exista en almacenaje", destacó.
Sobre los suelos se realizan tres tipos de fertilización: física, química y biológica. De acuerdo con Martín Díaz Zorita, especialista en producción y nutrición de cultivos, el uso de productos biológicos no reemplaza el de químicos, sin embargo, pueden ayudar para su disminución.
Si bien en la Argentina hay investigaciones y desarrollos locales de este tipo de tecnologías, también hay otros que se importan y se terminan de elaborar a nivel local. Los laboratorios que fabrican fitosanitarios concuerdan que no solo les cuesta mucho el registro de nuevas moléculas en el país, sino que se tienen que hacer dentro de una franja determinada y con tecnología no siempre disponible. Por ejemplo, en su mayoría la tecnología de base es importada de Europa y Estados Unidos para hacer el producto final dentro del país.
La Argentina tiene una tradición muy extensa en este tipo de tecnología. “En la década de 1960 hubo trabajos en la línea rhizobium que dieron lugar a empresas pioneras en el rubro para impulsar el quiebre. En ese tiempo se creció en lo que son las plantas de leguminosas, alfalfa, porotos, lentejas y soja. Y, con la posibilidad de combinar microorganismos pueden obtener múltiples beneficios para los cultivos", explicó Jorge Diz, gerente técnico de Agrocube.
No obstante, según señalaron desde esa institución, a nivel regional se podrían hacer desarrollos que permitan la habilitación de más del 50% de los productos de origen biológico, pero se necesitaría una mejor legislación para poder aplicarlos y poner en marcha las investigaciones que hoy se llevan adelante dentro de los laboratorios más importantes del país.
Texto de Belkis Martinez y Natalia Louzau
Fuente Diario La Nación